El traumatólogo José Ramón Tatay ha elaborado un estudio que demuestra que el remo puede tener repercusiones en los jóvenes durante la edad de crecimiento, máxime si no se realiza control médico.
Ana Beauchy. Especial de Diario Médico para Ondasalud.com - Lunes, 23 de Septiembre de 2002 - Actualizado a las 00:00h.
La recomendación de José Ramón Tatay, jefe de Servicio de Traumatología y Ortopedia de USP Clínica Sagrado Corazón, en Sevilla, es clara: "Hay que esperar a que el niño tenga un desarrollo total y absoluto de su columna, a los 16 años de edad, para que practique el remo de manera habitual y entre en competiciones".
Durante la etapa previa, el experto no ve inconveniente en que el niño pueda remar, entrar en contacto con el río y crearle una afición por este deporte, pero nada de competiciones. Según Tatay, a esta edad el joven ya tiene los discos y la columna perfectamente estructurados; "por el contrario, si se fuerza en la etapa de desarrollo, con los años pueden aparecer graves problemas de discos, de hernias, etc. Además, el intercambio hídrico con 16 años ya se realiza de una forma distinta. En esta época el desarrollo muscular es mayor, por eso no sufre tanto su columna".
Con tantos datos como se tienen sobre las consecuencias derivadas de un mal uso del deporte, el experto reclama "una orientación médico-deportiva que parta del entorno de los infantes, desde las escuelas donde los profesores de educación física informen y orienten sobre qué tipo de deportes pueden practicar a cada edad y de qué forma".
Cuando Tatay empezó a trabajar en Sevilla hace varios años, le llamó la atención la cantidad de jóvenes que practicaban remo en el Guadalquivir.
Empezó a preguntarse si este deporte, uno de los más completos, podía afectar al desarrollo de los adolescentes. De esta cuestión surgieron unos estudios mecánicos sobre el remo, una investigación clínica para ver si los jóvenes estaban sanos evaluar los posibles daños que podía causar este deporte y completar el análisis con un estudio de resonancia previo y posterior al esfuerzo.
Teoría y práctica
El trabajo se llevó a cabo en tres fases. La primera se desarrolló en la Facultad de Medicina de la Universidad de Sevilla, con Jesús Ambrosiani, profesor de Anatomía, y Juan Carlos Mateo, del departamento de Física. Este primer equipo elaboró un análisis biomecánico completo que estudia la actitud del remero en posición inicial y final: "Esto es un estudio que desglosa los distintos momentos del ciclo de un remero -comenta Tatay-; la suma de todos esos momentos más la frecuencia de remada para conseguir una distancia de x metros, da lugar a una sobrecarga en la parte lumbosacra de la columna, que la deteriora enormemente".
Para confirmar la teoría, el estudio se llevó a la práctica en 1996, iniciando la segunda fase del proyecto. Se eligieron 26 chicos de entre 13 y 16 años del Club de Remo de la ciudad hispalense. Se les sometió a un estudio clínico muy completo y se elaboró una historia médico-deportiva exhaustiva de cada uno. El chequeo se completó con un análisis radiológico que delataba si los jóvenes tenían alguna malformación que pudiera derivar en patologías posteriores. A continuación, Andrés Rodríguez Almagro, catedrático entonces de la Universidad de Valencia, colaboró con Tatay para analizar el estudio de la hidratación y deshidratación del disco intervertebral en los remeros, ya que más del 80 por ciento de la composición del disco intervertebral es agua. A través de un diseño informático con una resonancia magnética (ver imagen), se hacía un barrido que reflejaba el canal medular y el disco intervertebral, con mediciones muy detalladas de los ángulos y posiciones. Tras recopilar la información, el experto recuerda que "todos los remeros deben hidratarse de forma muy abundante antes de practicar este deporte, sobre todo si se compite, para que la pérdida de líquidos que se produce con la sudoración y el esfuerzo no suponga una deshidratación de los discos intervertebrales".
Ana Beauchy. Especial de Diario Médico para Ondasalud.com - Lunes, 23 de Septiembre de 2002 - Actualizado a las 00:00h.
La recomendación de José Ramón Tatay, jefe de Servicio de Traumatología y Ortopedia de USP Clínica Sagrado Corazón, en Sevilla, es clara: "Hay que esperar a que el niño tenga un desarrollo total y absoluto de su columna, a los 16 años de edad, para que practique el remo de manera habitual y entre en competiciones".
Durante la etapa previa, el experto no ve inconveniente en que el niño pueda remar, entrar en contacto con el río y crearle una afición por este deporte, pero nada de competiciones. Según Tatay, a esta edad el joven ya tiene los discos y la columna perfectamente estructurados; "por el contrario, si se fuerza en la etapa de desarrollo, con los años pueden aparecer graves problemas de discos, de hernias, etc. Además, el intercambio hídrico con 16 años ya se realiza de una forma distinta. En esta época el desarrollo muscular es mayor, por eso no sufre tanto su columna".
Con tantos datos como se tienen sobre las consecuencias derivadas de un mal uso del deporte, el experto reclama "una orientación médico-deportiva que parta del entorno de los infantes, desde las escuelas donde los profesores de educación física informen y orienten sobre qué tipo de deportes pueden practicar a cada edad y de qué forma".
Cuando Tatay empezó a trabajar en Sevilla hace varios años, le llamó la atención la cantidad de jóvenes que practicaban remo en el Guadalquivir.
Empezó a preguntarse si este deporte, uno de los más completos, podía afectar al desarrollo de los adolescentes. De esta cuestión surgieron unos estudios mecánicos sobre el remo, una investigación clínica para ver si los jóvenes estaban sanos evaluar los posibles daños que podía causar este deporte y completar el análisis con un estudio de resonancia previo y posterior al esfuerzo.
Teoría y práctica
El trabajo se llevó a cabo en tres fases. La primera se desarrolló en la Facultad de Medicina de la Universidad de Sevilla, con Jesús Ambrosiani, profesor de Anatomía, y Juan Carlos Mateo, del departamento de Física. Este primer equipo elaboró un análisis biomecánico completo que estudia la actitud del remero en posición inicial y final: "Esto es un estudio que desglosa los distintos momentos del ciclo de un remero -comenta Tatay-; la suma de todos esos momentos más la frecuencia de remada para conseguir una distancia de x metros, da lugar a una sobrecarga en la parte lumbosacra de la columna, que la deteriora enormemente".
Para confirmar la teoría, el estudio se llevó a la práctica en 1996, iniciando la segunda fase del proyecto. Se eligieron 26 chicos de entre 13 y 16 años del Club de Remo de la ciudad hispalense. Se les sometió a un estudio clínico muy completo y se elaboró una historia médico-deportiva exhaustiva de cada uno. El chequeo se completó con un análisis radiológico que delataba si los jóvenes tenían alguna malformación que pudiera derivar en patologías posteriores. A continuación, Andrés Rodríguez Almagro, catedrático entonces de la Universidad de Valencia, colaboró con Tatay para analizar el estudio de la hidratación y deshidratación del disco intervertebral en los remeros, ya que más del 80 por ciento de la composición del disco intervertebral es agua. A través de un diseño informático con una resonancia magnética (ver imagen), se hacía un barrido que reflejaba el canal medular y el disco intervertebral, con mediciones muy detalladas de los ángulos y posiciones. Tras recopilar la información, el experto recuerda que "todos los remeros deben hidratarse de forma muy abundante antes de practicar este deporte, sobre todo si se compite, para que la pérdida de líquidos que se produce con la sudoración y el esfuerzo no suponga una deshidratación de los discos intervertebrales".
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